Fernando Fuentes

Fernando Fuentes


El fútbol de la vida

31/05/2022

El fútbol es como la vida. Y, al contrario. Se apoyan en la misma lógica imposible. Nada más nacer, y sin preguntarnos si estamos preparados, nos ponen a jugar. Sin previo aviso, saltamos al campo sin solución de continuidad. Desde ese momento, empieza un partido para el que nuestros porcentajes de victoria son realmente bajos. Lo normal es que, sin una estrategia, perdamos o, con azar, acabemos firmando tablas. También es muy factible que resultemos víctimas de una gran goleada y hasta es posible que, lesionados, no terminemos en pie la contienda. Sí, amigos, lo milagroso es conseguir levantar al cielo trofeo alguno. Y aquí, en este preciso punto, es dónde la vida, como en el deporte rey, se convierte en algo maravilloso, por imprevisible y caprichoso. Es posible que pierda el favorito, y hasta de forma estrepitosa, a pies del que se presuponía más débil. También que todo sea cosa de un gol solitario que, quizá, marcó el que menos lo buscó y merecía. O que un juez nos acabe condenando, injustamente quizás, a pasar una temporada fuera de juego. La suerte puede ser jodidamente clave en un espacio, tan canalla como mágico, en el que nuestros sueños pueden terminar estrellándose contra una cruceta o un portero, en estado de absoluta gracia, puede sacarnos todos esos cueros que, en condiciones normales, debían de acostarse en las redes. En todo esto coinciden el balompié y la vida, pero sobre todo en algo que debemos de llevar tatuado en el hipotálamo: solo si luchamos hasta el final podremos conseguirlo. No hay que rendirse jamás. Nada es imposible, ni inalcanzable. La gloria del ser humano puede ser infinita. Solo es cuestión de proponérnoslo e ir en su busca, regateado rivales y vicisitudes, como si no hubiera un mañana. Así es cómo se consiguen los triunfos en el fútbol de la vida. Es nuestro gran valor.