Fernando Fuentes

Fernando Fuentes


Temblores de guerra

14/02/2023

Quedo, tan absorto como estupefacto, viendo el horror causado por el terremoto en Turquía y Siria. Atento a la inmisericorde muerte y la tremenda ruina provocada por el temblor de la tierra, pienso en cómo es posible que ese mismo terror seamos capaces de causarlo, a propósito, entre semejantes. No hay nada, ni nadie, que lo pueda explicar. Salvo que se mire desde la perspectiva del afán de poder que es el más desmedido, insaciable y cruento de todos. Ante el estupor siempre debe de respirar la esperanza. Y ésta habita en milagros humanos que son capaces de arrancar, de los mismos brazos del fin, a almas temblorosas que han sobrevivido durante días bajo escombros. Y mientras nos asombramos sobre cómo el humano puede llegar a ser maravilloso, no muy lejos de allí somos testigos de cómo la guerra de Putin sigue segando realidades y vidas en la invadida Ucrania. Es posible que los sufridos ucranianos, cuando ven lo sucedido en Gaziantep o Alepo, se sienten reconfortados en el fragor de una tragedia común. Hasta es posible que piensen que no están tan mal, tras más de un año de ataques por tierra, mar y aire. Lo que todos pensamos, sobre todo ellos, es que su violento e injusto castigo se podría haber evitado. Imagino a Putin viendo las imágenes de las ciudades destrozadas por el seísmo y sintiendo envidia. A él le gustaría arrasar de igual forma a su país vecino, y hasta hace poco hermano, pero no lo hará. Para eso harían falta bombas atómicas y, aunque las tiene, no se atreve a sacarlas de paseo. Sabe que eso sería el fin para todos, también para él. Miles de turcos y sirios, la mañana de su particular apocalipsis y viendo cómo se derrumbaban sus hogares y morían sus familiares, no tuvieron tiempo de pensar. Desde ahora, cada día al amanecer, se preguntarán por qué. Putin pasará a la Historia como Hitler, Franco o Stalin. Una vez apresado o muerto todo nos irá mejor. Esta guerra algún día se terminará, pero seguiremos estando a merced de que la tierra se abra ante nuestros pies para demostrarnos quién manda y lo insignificantes que somos todos.