Javier López-Galiacho

Javier López-Galiacho


Doña Rogelia

20/06/2023

A media España se nos ha muerto Doña Rogelia. Se ha ido con su Mari Carmen, la de los «Muñecos», fallecida hace unos días. Rogelia se ganó el corazón de los españoles. Fue más que una muñeca. Es puro estudio sociológico de aquella España que transitó del blanco negro al color, del franquismo a la democracia, de la carencia a la clase media, del 600 al Seat 1430. Doña Rogelia llevaba pañoleta ocultando su pelo cárdeno y raído; gastaba nariz aguileña que a modo de puente sujetaba dos grandes ojos pestañados. Su boca era amplia, con el labio inferior subrayado de carmín. Vestía blusón manchego de pintas. El faldón negro hasta los tobillos. Las enaguas de colorines, precursora del estilo Ruiz de la Prada. A Doña Rogelia nos la creíamos, pues nos recordaba a esas viejas manchegas que veíamos bajarse en Albacete de los autocares de La Requenense, procedentes de nuestros pueblos. Llegaban hasta el Altozano para, una vez allí sentadas, tomar un ligero tentempié. Yo las veía sacar de su bolso un pedazo de queso y otro de longaniza. Colocarlos sobre su delantal negro para diseccionarlos con su navaja albaceteña. Doña Rogelia, gracias a las manos y a la voz de Mari Carmen, encarnaba a esa mujer rural, cosida a cornadas por el toro de la vida. Pero con la dignidad intacta. La Rogelia era peligrosa. Su lengua afilada, su carácter gruñón, y algo cascarrabias, era una bomba de relojería para aquella televisión pública donde la sombra de la censura aún era alargada. Se ganó el corazón de los españoles. Incluso refrescó el idioma español vulgar de aquellos años 70 con expresiones como «¿mande?», «¡coña!» o «¡Mecagüenlaleche!». Doña Rogelia ha hecho mutis por el foro. No es país ya para ventrílocuos ni para personajes como ella. Se ha perdido la grandeza de ser de pueblo. Un consejo aquí dejo. Visiten con la imaginación el pueblo natal de Doña Rogelia, el entrañable Orejilla del Sordete. Id a su cementerio. Allí reposa Doña Rogelia junto a su pobre Ildefonso. En la lápida está inscrito: «Aquí yace aquella España entrañable de charla, botijo y silla de enea». Gracias Mari Carmen. Maestra.