José Juan Morcillo

José Juan Morcillo


Decir no

21/06/2023

Mi psicóloga me ha enseñado a decir no. Me acostumbré a decir sí a todo y a todos porque entendía que esta era la manera de vivir en armonía con todo y con todos. Recuerdo ahora a un amigo cuando un día me convenció de lo felices que seríamos todos si borrásemos el no de nuestros labios y dijésemos a todo que sí. Era yo como uno de esos bibelots móviles que se pegan en el salpicadero de los coches, un muñequito cuya cabeza baila al ritmo de las curvas, de los frenazos y de los baches del camino. El otro día me fijé en las personas que en los mítines sientan a las espaldas del político como si ocuparan la cazuela de un corral de comedias desde la que contemplar el largo monólogo del caricato, siempre con final feliz. Me fijé, digo, en esas personas, muchas de ellas jóvenes, que serían afiliados, familiares del orador o amigos de amigos, a los que dan una banderita a cambio de un almuerzo para que la ondeen cuando suenen los aplausos y a los que instruyen para que en los puntos álgidos del mitin asientan con la cabeza como las perdices cuando apeonan en busca de comida. Yo era como uno de estos avechuchos.
Decir sí a todo supone una carga estresante para tu cuerpo y para tu mente. No puedes abarcarlo todo y autoexigirte tanto.
Me explicó que el estrés persistente eleva el nivel de cortisol. El cortisol alto es la heroína cristalina y silenciosa de ahora, una droga que crece y repta por el flujo sanguíneo y deja su cieno en las arterias y en los órganos vitales. Yo decía sí a todo y a todos: decía sí a todos los objetivos personales y profesionales, no me decidía a apartar de mi lado a quienes laceraban mi salud con el corbacho de su desprecio, asentía y callaba ante la calumnia, la ignorancia y la envidia, me movía como una marioneta más de un retablo dirigido por Ginesillos de Parapilla bien disfrazados, y todo ello quebraba el vaso de mi reposo, acortaba las horas de mi descanso e incendiaba la sólida madera de mi paciencia hasta convertirla en un sucio ciscón que luego cuesta mucho limpiar.
Mi psicóloga me ha enseñado a decir no y a darles la espalda a las emociones negativas que como maleza te arañan el rostro. A decir no y a vivir mejor. En eso estamos.