José Juan Morcillo

José Juan Morcillo


En el Alcaná

30/08/2023

La otra tarde, en la Plaza de las Cuatro Calles de Toledo, callejeé por el antiguo Alcaná para encontrar un lugar donde beber una infusión que me aliviara del calor. Una cortina de canutillos de plástico, agotada de uso y de años, daba paso a una oscura covachuela en la que funcionaba un bar con mobiliario antiguo, sin más ruido que el tintineo de vasos y sin más luz que la que entraba por la puerta y la que se derretía de la pequeña bombilla de un ventilador de techo. Estaba solo y escogí, en un rincón, una mesa camilla redonda, con cristal y sin faldas. Se acercó para atenderme una virago con nariguera y acento murciano que por su vestuario -almalafa beis sin chilaba y babuchas de todoacién- parecía que había venido de alguna fiesta de moros y cristianos.
Tras pedir té con albahaca, me percaté de que, bajo el cristal de la mesa, destacaba entre recortes de periódicos antiguos un texto sefardí en aljamía que, tras varios intentos y no sin dificultad, silabeaba yo en voz baja e iba transcribiendo en una libretilla de media octava que siempre llevo conmigo. Después de media hora, con el té ya frío, conseguí anotar lo siguiente en español actual: «¡Ay, desdichado de mí! ¡Cuántos trabajos me quedan por sufrir! Casé joven con mujer lozana y bella, discreta y pudorosa como una gacela, amena y delicada como una fuente, conservadas todas las virtudes como la granada envuelve sus granos. Nuestros labios endulzábamos de la miel y el vino que como regatos corrían por nuestros cuerpos. Pero, ¡ay, Rab!, la mujer ya es vieja y lo que antaño fue gacela hogaño es mona que con sus palabras soeces hiere mi alma. La granada es hoy fruta ajada que hiede la casa con eructos y pedos. ¡Oh, si la vieses metiéndose los dedos en la boca para sacarse con las uñas la comida de los dientes! ¡Ay, Rab, qué será de mí!».
El texto aljamiado sería un fragmento de un cuento oral o comedia popular. Pregunté a la comparsa dónde lo había conseguido. Pues no sé; estas son cosas que se encuentra mi jefe por ahí. Si le gusta lléveselo; en el almacén hay más. Pagué y salí, pero, para no ser el último, decidí abandonar el lamento del marido bajo ese cristal que como un monóculo acercaba el pasado a este presente tan necesitado de chanzas.