En 1936 Orwell se apuntó de voluntario a las Brigadas Internacionales que combatían en la Guerra Civil española. Cayó herido en la primera batalla y trasladado al cuartel general que los comunistas (POUM) tenían en Barcelona. Lo que allí vio y aprendió del comunismo ruso, le vacunaron contra las revoluciones organizadas desde arriba. La novela Rebelión en la granja fue escrita para despertar a los socialistas de buena voluntad incapaces de abrir los ojos a la realidad y pensar por sí mismos. 
Los cerdos de la granja Manor se sublevaron contra la explotación infligida por los humanos. El más pillo de todos, Napoleón, pronto concentró todo el poder y redobló la explotación de las restantes especies. Si antes habían de mantener una familia, la revolución les obligaba a alimentar a toda la especie porcina, en particular al círculo cercano a Napoleón que pronto se acostumbró a los fastos del poder. La igualdad, libertad y democracia que en su día justificaron la revolución ahora debían ser atados en corto para evitar cualquier retroceso. 
Mi adaptación de la novela. La granja Manor funcionaba relativamente bien porque producía según las reglas de una economía de mercado y se sometía a los principios de un estado democrático de derecho. Los trabajadores de la granja estaban agrupados en asociaciones con nombres de animales. Como los norteamericanos que identifican sus partidos con el elefante y el burro. La revolución económica consistió en extraer más recursos de un numero decreciente de trabajadores. La revolución política acabó con la democracia, la seguridad jurídica, la igualdad y la libertad. En proclamar que el progreso humano emana de una sola ideología. Olvidan decir que detrás de las ideologías hay intereses mucho más simples y sectarios: llegar al poder y mantenerse en él a cualquier precio.