Fernando Fuentes

Fernando Fuentes


El tiburón

05/03/2024

El que se rodea, a sabiendas, de tiburones debe de saber que, si en algún momento se rebelan con él, todo puede acabar de una certera dentellada. Ábalos es lo más parecido a un escualo siendo humano. La única diferencia es que el político socialista sabe andar sobre dos piernas, se mueve con chulería de perdonavidas fuera del mar y no solo se alimenta de grandes peces, también sabe disfrutar de un buen chuletón regado con el mejor caldo posible. Durante un tiempo Ábalos fue una figura clave imprescindible para Sánchez. Tanto que sin él el actual presidente del Gobierno no habría llegado a La Moncloa. En aquellos años su apoyo, en una especie de labor de conseguidor a todos los niveles, elevó la figura del ex ministro de Transportes a categoría de pieza imprescindible para entender cómo fue posible que su otrora jefe, contra viento y Ferraz, acabara elevándose a secretario general del PSOE. Y se lo supo agradecer, ¿o es mejor decir pagar? Años más tarde las cosas empezaron a torcerse entre ambos. Se nos dijo que había sido por aquel polémico encuentro con la vicepresidenta de Venezuela, Delcy Rodríguez en el aeropuerto de Barajas en 2020; pero es posible que ahora estemos entendido la verdadera razón por la que Sánchez, poco a poco, fue retirándole su confianza, hasta perderla completamente. El caso es que cuando salta el 'Caso Koldo' o 'Caso Ábalos', aún no sabemos si acabará siendo 'Caso Sánchez', su partido, ese al que se han entregado durante cuerpo y alma durante 30 años, en vez de salir, de forma natural, en su defensa, lo que hace es echarle los perros y negarle el saludo. Ante tal reacción, solo cabe pensar que el PSOE sabían de sus presuntas andanzas y que solo era cuestión de tiempo de que todo saltara ante la opinión pública. Que el propio Sánchez -ese que presumía de llevar un marrajo a su vera- no haya sido capaz, ni siquiera de llamarlo, aunque fuera para exigirle explicaciones como diputado nacional socialista que era hasta hace unas horas, nos lleva a un solo escenario posible: todo el mundo sabía que Ábalos andaba en líos y que la Guardia Civil estaba tras la pista. Ante tal coyuntura, en el Gobierno y Ferraz han hecho lo que tocaba y no ha sido otra cosa que protegerse del estallido de una bomba que podría haberlos dañado irreparablemente en, un momento, altamente delicado para ambos. A la espera de que se demuestra que Ábalos era el cerebro de una trama de compra de mascarillas que lo habría hecho multimillonario, aquello de que «el PP es el partido de la corrupción» ya no tendrá la exclusiva. Y es que parece claro que la ambición desmadrada por el dinero no entiende de ideologías y, menos aún, de especies. De momento el tiburón solo ha lanzado varios bocaditos contra su examigo; a ver qué pasa cuando le saque de verdad la piñata.