Juan L. Hernández Piqueras

Juan L. Hernández Piqueras


Polvorín africano

03/06/2021

Lo ocurrido en Ceuta es una evidente demostración de cuán fácil es convertir a jóvenes desahuciados y señalados por la desigualdad y la marginación en carne de cañón con los que reclutar población radicalizada y voluntarios de la desesperación, sin esperanzas ni futuro. Hace días la organización internacional Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN) advertía del aumento de radicalización islámica que se está produciendo en África, continente del que han huido más de seis millones de personas intentando cambiar, cuando no salvar, sus vidas. Parte de ellos son esos invasores, según el diccionario de Vox, que intentaban tomar las playas de Ceuta armados solo de su propia desesperación.
De tamaño desembarco sobre arena española solo el reino de Marruecos es responsable, quizá no el único, pero sí el gran responsable, diga lo que diga la oposición política española, envuelta en un auténtico frenesí por derribar al Gobierno de Sánchez y buscadora de cualquier excusa con tal de que fuera el que sea el asunto, le pueda explotar en las manos al Gobierno español, incluido el propio polvorín africano, dotado de munición por despóticos y tiranos medievales como el monarca cuyo régimen es capaz de formar barreras humanas con niños y jóvenes en las playas españolas, en una acción incalificable política y éticamente y ante la que hasta la Unión Europea ha sido más leal para con el Gobierno de España que la propia oposición nacional, tan patriótica ella, tan fervorosa, que no le importaría hacer explotar el polvorín si con él estalla también el Gobierno español. Y mientras, los invasores seguirán chapoteando entre el oleaje de los sueños rotos, empujados desde el arrogante y nada edificante país que les empuja a su suerte, a la emigración e incluso a la muerte.