¿Hay algo más surrealista a la par que peligroso que un grupo de whatsapp? Sí, un grupo de whatsapp creado ex profeso para organizar a nuestros hijos una merienda de fin de curso.
Casi 60 madres (y algún padre despistado al que han engañado para añadirlo al cónclave), final de curso, las temperaturas elevadas, el agotamiento generalizado, el tono con el que se leen los mensajes al libre albedrío, ¿qué puede salir mal? Ya tenemos fecha para el juicio.
Como las fases lunares, pasamos por cuatro estados de evolución. El primero es el «guay», con mensajes tipo «qué iniciativa más chula», «gracias por encargarte». El segundo es el de «barra libre de ideas», que se suman a la que la madre organizadora propuso, del tipo «¿y si...?», «¿y por qué noooo...?». Tercer estadio, «se masca la tensión», con debates abiertos y lanzamiento de cuchillos. Aquí se marcan dos tipos de perfiles, las que participan abiertamente en la batalla campal y las agazapadas que rezan para que esta historia termine, independientemente de cuál sea el final. Por último, cerrando ciclo, la fase «portazo», que es cuando empieza la espantada de las que se sienten ofendidas o vapuleadas. Todo ello aderezado por los comentarios tipo «¿400 mensajes? Que alguien me haga un resumen» o aquellos otros «mando fotos de esta camada de gatitos, buscan hogar», ¡como si no fuéramos ya sobradas de arañazos en el grupo!
Y recibo un mensaje privado: «esto no pasa si lo organizan los padres».
Almodóvar, ya tienes guión para tu próxima peli.