Elena Serrallé

Elena Serrallé


Escribo

19/08/2020

«Cuando lo hayas encontrado, anótalo», la frase es de Charles Dickens y cuando la descubrí me sirvió para comprobar que no estaba loca. Entre mis manías tengo la de escribirlo todo. Todo es todo. Cojo apuntes de cada situación que vivo, que observo, de las sensaciones que me invaden en cualquier circunstancia, de los gestos, de las miradas, de las reacciones, de las respuestas sorpresivas a las preguntas diferentes. Intento describir emociones y después deleitarme con su lectura. Mi tesoro.
A veces creo que es una adicción, pero bendita adicción. No tengo la menor intención de curarla.
Escribir es dar un beso sin utilizar los labios o una bofetada sin necesidad de usar la mano. Lo entiendo como una de las herramientas más poderosas, uno de los vicios más confesables y sobre todo como una de las terapias más efectivas.
Escribiendo me desahogo, vomito mis fantasmas, escupo mis miedos e inseguridades, regalo mis mejores deseos, ofrezco mi cercanía, tiendo puentes, canalizo mi rabia, demuestro mi gratitud o simplemente desnudo mi alma. Será por ello que siempre escribo en primera persona, porque como más cómoda me siento es haciéndolo de verdad. Ya lo dijo José Luis Sampedro, «uno escribe a base de ser un minero de sí mismo».
Para mí escribir es un placer. Sirve para realizarme, para sentirme bien. Me ayuda. Hace que me encuentre cuando me pierdo. Me facilita pensar con claridad. Me hace feliz. Provoca la sonrisa de mi mente.
Que alguien lea lo que escribo, es otro nivel. Gracias.