Elena Serrallé

Elena Serrallé


Culpable pero tranquila

31/03/2021

Convendréis conmigo en que hay palabras que objetivamente hablando nos generan rechazo y también las hay que aparentemente son inofensivas pero, por los motivos que fuere, a ti te desestabilizan.
Me explico, entiendo que la palabra culpa es desagradable per se. Suena muy pesada, muy dolorosa. Es un término que no me despierta la menor simpatía. Resulta sentenciador, demoledor, acusador y despiadado. Procuro sustituir su uso por responsabilidad, me resulta mucho más agradable.
Por otro lado está la palabra pero, ¿hay alguna más cruel? Te genera expectativas, te alimenta la esperanza, te hace venirte arriba y de repente... un zasca que es un hachazo y que sesga de un modo brutal todas la ilusiones que habías generado. Es una palabra traidora que para lo único que sirve es para dinamitar lo que era, o lo que podría haber sido, pero que finalmente ni fue ni será.
Mas la palabra que a mí más me enerva, la que hace que despierte mi Hulk interior, la que tensiona mis músculos y enclavija mi mandíbula es tranquila. Quien bien me conoce sabe sobradamente que no hay nada que me desquicie más que el que se dirijan a mí con esa expresión. Es como si me vertieran agua hirviendo por la espalda. Con las estadísticas en la mano, la palabra tranquila ha calmado exactamente a cero personas a lo largo de la historia de la humanidad.
Así que ya sabéis, si un buen día me tenéis que apaciguar, debéis limitaros a guardar silencio y poner cara de póker, porque desde ya advierto de mi capacidad de leer las miradas.