Quédate conmigo, amor. Cuando me sienta pequeña, cuando pasen los días, cuando me duelan las horas, quédate conmigo. Cuando el viento sople fuerte y la adversidad se ensañe conmigo, quédate también. Cuando me rompa en mil pedazos y pierda todas las batallas, te quiero a mi lado, amor. Quédate cerca y acaricia mi alma mientras se recupera de algún revés.
Y coge mi mano, por favor. No me sueltes cuando me sienta caer, ni cuando la tristeza me arrastre a un pozo sin luz. Sujétame cuando mi destino dé un volantazo y descoloque mi controlada rutina, cuando arrecie la tormenta y me sienta desorientada. Cuando mi mundo se hunda. Cuando no crea en nada. Cuando me sienta cansada.
Abrázame cuando necesite resetearme y mis piernas flaqueen ante las embestidas de mi historia. Abrázame para recomponer mi sonrisa y mi latido. Abrázame sin necesidad de alguna excusa, hazlo sin más.
A cambio te ofrezco mi lealtad, creo que es mi mayor virtud. Mi apoyo incondicional y mi crítica más constructiva, mi energía, siempre positiva y mis ganas de hacerte feliz. Te ofrezco mis miradas más profundas y mi tiempo. Te ofrezco la plaza de copiloto. Te ofrezco responder a tu llamada y secar tus lágrimas. Te ofrezco también tarta de queso perenne y helado de turrón para merendar. Te ofrezco todo lo que soy porque mucho de lo que soy te lo debo a ti.
Y así, casi sin querer, formalizamos este contrato hace algunos años, y así, casi sin querer, supimos empastar nuestras vidas y así, casi sin querer, nos fuimos queriendo.