Elena Serrallé

Elena Serrallé


Vivir sin miedo

01/07/2020

«Papá, ¿por qué si me muevo en el agua floto y si me quedo parado me hundo? Porque el miedo pesa, hijo» (Miguel Delibes. La Partida). Así es, desde que venimos a este mundo caminamos por la vida con una mochila repleta de miedos. Junto al amor,  creo que es la emoción más poderosa. Se empeña en echarnos un pulso perenne y constante.
Hay quien lo compara con un freno de mano que nos obliga a parar en seco. Otros lo ven como un muro que nos impide avanzar. También hay gente que lo define como una puerta cerrada que no revela información de lo que nos espera detrás. Una venda en los ojos. Una losa pesada. Un lastre que neutraliza nuestras alas. El «no» por excelencia. El «imposible» marcado a fuego. 
Yo lo identifico con esas tardes de domingo de invierno en las que nada tienes que hacer, sólo esperar. 
Qué estratega es el miedo, nos ataca por la vía de la incertidumbre, de los preliminares, en el momento de colocarnos en la línea de salida previa a la carrera. Nos hiela. Nos muerde. Nos impresiona. Nos dispara. Nos paraliza. Nos obliga a pasar de puntillas. Nos inyecta una dosis de pesimismo y nos infravalora. Desmoraliza. Mina la ilusión y mutila nuestra esperanza. Nos angustia y nos roba los colores. 
Cuánta razón tenía el gran Delibes, la clave está en movernos, en estar activos, en adelantarnos a su jugada, en enfrentarnos a su esencia, que está hecha de humo, en aceptar los retos, en batirnos en duelo y comprobar que  siempre que nos midamos con él, resultaremos vencedores.