Ahora ya sabemos lo que sintieron los valencianos con sus ninots secuestrados y el olor a pólvora ausente, ya somos conscientes de lo que debe ser Sevilla con sus luces de abril apagadas y los trajes de faralaes apretados en el armario, ahora ya conocemos la tristeza que embargó las calles de Pamplona los primeros días de julio, huérfana de adrenalina y carreras. Ahora nos toca a nosotros, los del corazón manchego y el alma de Feria.
Llegó septiembre y no olía como otros años. Un villano se ha empeñado en robarnos la alegría que invade la ciudad estos días, el bullicio, el ir y venir con prisas porque has quedado a comer y aún tienes que colocar a los niños y llegar al pincho, las risas no tapadas en los redondeles, también nos ha privado de los abrazos que damos junto a la tómbola de Cáritas, de los reencuentros que se citan en el molino y se estrujan con ganas atesoradas desde hace un año, de nuestra aventura en la noria cerrando los ojos y abriendo los pulmones, nos ha privado de nuestra esencia, de nuestro marca, de nuestro adn.
Lo que no sabe este pequeño gran boicoteador es que la gente de Albacete no se rinde ni se desilusiona. Hoy vuelan por whatsapp miles de fotos con rodetes en el pelo, con el refajo bien puesto, con un miguelito en la mano y con un vino dulce en la otra, imágenes del albero de una chata que espera paciente días de gloria y de nuestra Virgen de los Llanos más presente que nunca. No sabe que llevamos la feria en el corazón. Volveremos, claro que volveremos.