Elena Serrallé

Elena Serrallé


Telecirco

24/03/2021

El bombazo mediático de la semana, y seguro que de las venideras, ha sido la decisión de Rocío Carrasco de desnudar su alma ante una cámara. 
He visto algún extracto del documental que, por lo que tengo entendido es uno de varios capítulos, y cierto es que no me ha dejado indiferente. Rocío narra su historia entre lágrimas de dolor y ofreciendo un relato de desgarro y sufrimiento severo. Yo, personalmente, no creo que mienta o finja mientras habla. No lo creo.
Lo que no me parece bien es que a raíz de la emisión de esa entrevista tan dura, el plató de algunos programas de Telecinco se haya convertido en una sala de vistas chapucera y carente de rigor judicial, como era de esperar. No se puede debatir tan alegremente de un tema tan serio como es la violencia de género cuando se es profano en la materia y no se tiene ni la más remota idea de cómo está articulado un proceso penal, sus fases, sus principios, el valor probatorio de los medios aportados, los criterios doctrinales o jurisprudenciales y una garantía que es un derecho fundamental, y por ello de especial protección, como es la presunción de inocencia.
Qué hipócrita me parece la decisión de la productora que durante años ha fomentado y alimentado a las hienas permitiendo tachar a la hija de la más grande de mala madre y que ahora, una vez conocida públicamente su versión, cese su relación laboral con el supuesto agresor que, todo hay que decirlo, no está sentenciado, esto es, ni absuelto ni condenado, porque el tema está sobreseído (aparcado) por falta de pruebas. Telebasura.