Elena Serrallé

Elena Serrallé


Trece años

26/01/2022

Trece. Trece años. Ayer se cumplieron 13 eternos años de la desaparición y asesinato de Marta del Castillo. Nos seguimos preguntando cómo unos padres pueden vivir con ese tormento, esa losa, ese castigo que debe suponer desconocer dónde está el cuerpo de su hija muerta. Supongo que directamente no se vive, se malvive, se sobrevive, se ven las horas pasar, y los días, y luego los meses y hasta los años. Se han de sentir protagonistas de una peli de terror, de una peli de terror de serie B, mejor dicho. Se deben sentir olvidados, defraudados por un sistema que les ha fallado, que ha jugado con su dignidad. En su mente el martilleo de aquella última mirada de su hija, de sus últimas palabras cuando salió de casa para no volver. No hay consuelo.
Trece años a la espera de un capítulo final, de una historia por terminar, de una agonía injusta e inmoral plagada de porqués, de puertas cerradas, de agujeros oscuros, de noches no dormidas y de días de tinieblas, de callejones sin salida. Debe ser sencillamente insoportable. Trece años es mucho tiempo, un minuto ya es demasiado. 
Dicen que debería estar prohibido sobrevivir a un hijo, que es antinatural, que ni siquiera hay un término que lo defina, a mí se me ocurre «barbaridad». Si además ese hijo es asesinado, se multiplica exponencialmente esa monstruosidad, pero si a eso le añadimos que no puedes llorar su cuerpo inerte, escapa al dolor humano.
Malditos verdugos, malditos ellos y malditos puntos suspensivos a los que condenaron a los padres de Marta.

ARCHIVADO EN: Marta del Castillo