Elena Serrallé

Elena Serrallé


A propósito del ocho eme

10/03/2021

En medio de la tensión que, año tras año, suscita el ocho eme y el ambiente crispado que lo suele acompañar me gustaría nutrir el debate con una cuestión a la que le llevo dando vueltas desde hace tiempo. 
Muchas veces somos nosotras, y hablo en primera persona porque a mí me pasa, las responsables, que no culpables (el término culpa siempre me ha producido un profundo rechazo, dibuja en mi mente una gran losa), de abarcar más allá de lo humanamente posible. Muchas también son las veces que no delegamos porque no sabemos delegar, porque no confiamos en que otra persona, en concreto nuestra pareja, pueda realizar esas tareas que tan pulcramente desempeñamos nosotras y ellos no.
Esta apreciación, trasladada al ámbito de la familia con hijos se acentúa exponencialmente. Desde el feminismo reclamamos que los padres se involucren en la crianza, cuidado y educación de los hijos, pero luego llega el divorcio de la pareja y nos escandalizamos (seguro que llegado el caso, yo la primera), si el padre de las criaturas solicita una custodia compartida, que no deja de ser una herramienta utilísima para lograr una efectiva corresponsabilidad generadora de esa igualdad de oportunidades que tanto reivindicamos las mujeres.
Lo tenemos demasiado arraigado, nuestra mentalidad de sufridoras hace que nos sintamos como auténticas malas madres si cedemos la mitad de la custodia de nuestros hijos. La M de madre aplasta a la M de mujer. Nos exigimos demasiado a todos los niveles y eso, sencillamente, es agotador.