Elena Serrallé

Elena Serrallé


Pablo Alcaide

04/11/2020

Supimos de ti mientras comíamos el pasado domingo. Lo hacíamos como lo venimos haciendo casi a diario desde que el Covid dinamitó nuestra acomodada normalidad, escuchando un telediario monográfico, homenaje perpetuo a la pandemia, tributo diario al incremento del número de contagios y de muertes firmadas por el maldito virus. Cada día, uno tras otro, y ya son muchos, el mismo titular, enfermedad, muerte y ruina económica. Pero de repente, tu rostro juvenil ocupó la pantalla y tus palabras provocaron que alzara la mirada del plato y me fijara en tu cara enmascarada.
Me emocionó escucharte, seguro que no fui la única. Este estado de vulnerabilidad que nos acosa nos hace sentir más receptivos. Estamos sedientos de buenas noticias y mensajes positivos. Por eso, cuando explicabas tu malestar por los actos vandálicos que sufrió el centro de tu ciudad la noche del sábado y tu decisión de proceder a limpiar los desperfectos fruto de la desvergüenza que maltrató a tu querido Logroño, conseguiste que la audiencia del informativo te aplaudiera a ti, Pablo Alcaide. Fuiste un oasis en medio del desierto. Qué bien nos sentó el paréntesis de tu intervención, nos devolviste la esperanza que dábamos por perdida en toda tu generación. 
Gracias por dar color a estas jornadas de luto, gracias también por ese rayo de generosidad y el regalo de tu gesto. Gracias, Pablo, por dibujar una sonrisa en nuestras caras mientras iluminabas tantos hogares con tu intervención y gracias por tu ejemplo de solidaridad.